Regreso de pasear al perro a la luz de la luna por la playa de Ribadesella, a veinte minutos de casa y me doy cuenta de que debería haber escrito antes sobre esta hermosa villa marinera asturiana. Uno lo tiene tan cerca que no se de cuenta de que a los lectores les puede encantar un sitio así, sobre el cual no había comentado nada previamente por no atosigar con destinos ubicados en Asturias.
No obstante, no hay más remedio que enmendar la falta. Ribadesella es un auténtico bombón. Ahí pasé cuatro años de mi vida y regresé muchas veces porque hay pocos sitios tan atractivos en todo el Cantábrico. La población tiene de todo, puerto pesquero y deportivo, las Cuevas de Tito Bustillo, una playa magnífica y un paseo delicioso, un boulevard en el muelle y una oferta de cocina y alojamiento envidiables. Todo ello en un marco que abusa de su belleza. El paseo hacia la ermita de la Guía es un mirador sobre el mar y la villa que impresiona cada vez que lo recorro.
En Ribadesella se puede pasar un soberbio fin de semana durmiendo en alguno de los buenos hoteles, como el Villa Rosario, enclavado en un palacete frente al mar y comiendo allí mismo o en el Restaurante La Huertona o en Casa Abelardo. También hay opciones más asequibles, por supuesto. La cercanía a Llanes y Cangas de Onís hace que no nos podamos aburrir ni queriendo.
Aquí finaliza el descenso internacional del Sella en piragua que comienza en Arriondas y también llega el tren fluvial por una vía que sólo se usa una vez al año. A Ribadesella se llega por autovía y los accesos son muy cómodos. Digamos que lo tiene todo y no se puede decir lo mismo de otros lugares.
Siempre vuelvo y siempre volveré a Ribadesella. Y si aún no ha estado allí, quizás debería ir al menos una vez en la vida. Más información en http://www.ribadesella.es/
Como curiosidad, Ribadesella suele gustar mucho más a los asturianos que a los residentes en municipios de costa de otras provincias. No deje de visitar el paseo de la playa con sus ostentosos chalets del siglo pasado.
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