Bulnes es una aldea asturiana con una particularidad muy curiosa que la hace única, ya que no tiene carretera de acceso y la única forma de llegar es andando o bien en un funicular subterráneo . Curiosamente la aldea no está a gran altitud, poco más de 600 metros y el pueblo de Sotres, del mismo municipio de Cabrales, se encuentra al doble de altura, pero sí tiene carretera y de las espectaculares.
Como quiera que los precios del funicular no son nada populares, la manera más divertida y rentable de aprovechar la visita a la zona es hacer el viaje andando desde Poncebos, lo que nos puede llevar algo más de una hora en cada sentido, por una senda preciosa llena de vistas panorámicas y sin grandes complicaciones. Son 20 euros los que nos cobran en el tren por el viaje de ida y vuelta y 19 por sólo ida o sólo vuelta, de manera que la lógica de ir andando y volver en tren se rompe. Como siempre, en zonas de montaña, es más seguro y cómodo subir que bajar.
La aldea en sí no tiene especial encanto pero se ha restaurado mucho y ahora va cogiendo gracia. Por lo menos estamos en un lugar libre de coches particulares y con sabor a alta montaña. Ojo porque ir a Bulnes no tiene nada que ver con el Naranjo de Bulnes, que se ve muy bien desde el pueblo de Camarmeña, mientras que desde Bulnes no se ve nada.
Bulnes tiene incluso dos barrios y todo. Allí estuvo mi madre ejerciendo como maestra en los años 50, sin luz eléctrica y alimentándose a base de queso y poco más. Es un lugar donde el hombre ha resistido por amor a su tierra. Ahora, gracias al funicular la calidad de vida ha mejorado y los niños no tienen que permanecer en internados durante el invierno para asistir a clase. Los emigrantes residentes en Bélgica puede regresar a un entorno menos hostil y han aparecido alojamientos de calidad para los amantes de la montaña.
En una mañana podemos subir desde Poncebos a Bulnes, tomarnos algo en el bar de Guillermina y regresar a la civilización sin gran cansancio pero con mucha emoción. El lugar impresiona y la senda de acceso nos hace pensar en la tragadera y el aguante de los bulneses durante largos años. Para ellos el funicular es gratuito pero el último servicio es a las 6 de la tarde.
Obviamente durante la construcción del funicular hubo polémica y ciertos grupos ecologistas arremetieron contra la llegada de la modernidad a la aldea, naturalmente desde su residencia en núcleos urbanos con ADSL y cosas de esas, como si hubiera que conservar a los habitantes del pueblo en plan aborigen para contemplación de antropólogos. Por supuesto que en Bulnes pagan impuestos y el funicular es el pago de una deuda histórica con el último pueblo sin carretera.
En una visita a Asturias es conveniente dedicar unas horas a esta fabulosa experiencia teniendo en cuenta que los accesos a Poncebos se colapsan desde muy temprano y el parking es complicado.
Curiosamente el funicular está explotado por la empresa Alsa, más conocida por sus autocares. El recorrido es muy corto, de sólo dos kilómetros para salvar un desnivel de 600 metros.
Como quiera que los precios del funicular no son nada populares, la manera más divertida y rentable de aprovechar la visita a la zona es hacer el viaje andando desde Poncebos, lo que nos puede llevar algo más de una hora en cada sentido, por una senda preciosa llena de vistas panorámicas y sin grandes complicaciones. Son 20 euros los que nos cobran en el tren por el viaje de ida y vuelta y 19 por sólo ida o sólo vuelta, de manera que la lógica de ir andando y volver en tren se rompe. Como siempre, en zonas de montaña, es más seguro y cómodo subir que bajar.
La aldea en sí no tiene especial encanto pero se ha restaurado mucho y ahora va cogiendo gracia. Por lo menos estamos en un lugar libre de coches particulares y con sabor a alta montaña. Ojo porque ir a Bulnes no tiene nada que ver con el Naranjo de Bulnes, que se ve muy bien desde el pueblo de Camarmeña, mientras que desde Bulnes no se ve nada.
Bulnes tiene incluso dos barrios y todo. Allí estuvo mi madre ejerciendo como maestra en los años 50, sin luz eléctrica y alimentándose a base de queso y poco más. Es un lugar donde el hombre ha resistido por amor a su tierra. Ahora, gracias al funicular la calidad de vida ha mejorado y los niños no tienen que permanecer en internados durante el invierno para asistir a clase. Los emigrantes residentes en Bélgica puede regresar a un entorno menos hostil y han aparecido alojamientos de calidad para los amantes de la montaña.
En una mañana podemos subir desde Poncebos a Bulnes, tomarnos algo en el bar de Guillermina y regresar a la civilización sin gran cansancio pero con mucha emoción. El lugar impresiona y la senda de acceso nos hace pensar en la tragadera y el aguante de los bulneses durante largos años. Para ellos el funicular es gratuito pero el último servicio es a las 6 de la tarde.
Obviamente durante la construcción del funicular hubo polémica y ciertos grupos ecologistas arremetieron contra la llegada de la modernidad a la aldea, naturalmente desde su residencia en núcleos urbanos con ADSL y cosas de esas, como si hubiera que conservar a los habitantes del pueblo en plan aborigen para contemplación de antropólogos. Por supuesto que en Bulnes pagan impuestos y el funicular es el pago de una deuda histórica con el último pueblo sin carretera.
En una visita a Asturias es conveniente dedicar unas horas a esta fabulosa experiencia teniendo en cuenta que los accesos a Poncebos se colapsan desde muy temprano y el parking es complicado.
Curiosamente el funicular está explotado por la empresa Alsa, más conocida por sus autocares. El recorrido es muy corto, de sólo dos kilómetros para salvar un desnivel de 600 metros.
Vaya, que interesante blog. Gracias, muy muy útil
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